Estoy dando muchas vueltas al comunicado de Protección Civil en nombre de las familias de los accidentados en los Alpes ("se abstengan de utilizar y dar publicidad a las imágenes e información existente en los perfiles de redes sociales de las víctimas y respeten la intimidad de sus familiares").
Otra vez el tema de la intimidad, el respeto y la necesidad de los medios de alimentar al público con imágenes, datos, testimonios e hipótesis.
El dolor necesita intimidad. El luto se convierte en algo más bien íntimo, aunque tenga proyección social. Las lágrimas piden el refugio de los que te quieren.
Hay de fondo otro tema grave sobre qué es la persona, qué merece y cuándo debe trazarse esa línea sobre desvelar lo oculto. No solo son derechos: es algo más. Hablamos ahora de identidad. Las fotos que cada persona sube a su red van narrando su propia trayectoria vital ¿Hasta dónde es justo -y no solo legal- usarlas? Este es un caso dramático, pero no atípico, pues todos tenemos en la cabeza fotos de menores en prensa extraídas de sus redes sociales.
Y fue ahí donde empecé a darle vueltas, precisamente ese día que helada contemplaba la portada de un periódico donde una adolescente trágicamente fallecida aparecía sonriente. La habían robado de Tuenti. Me prometí hablar de esta traición como algo propio. Y empecé a investigar (http://generacionred.blog.com.es/)
Es pública la red y de acuerdo a ello los educadores "nos estamos poniendo las pilas" para educar. No es solo un problema legal o de protección de menores. Nos falta corazón.